La alcaldía más poblada de la Ciudad de México es también la primera en índice de discriminación por orientación sexual, superior al 95 por ciento. Este reportaje explora la historia de la otra marcha del orgullo, surgida en 2015 lejos de los reflectores de la de Refoma. Aunque los intereses políticos hayan colocado algunas piedras en el camino, Iztapalapa sigue expresando la disidencia sexual a su manera.
os bailarines del ballet México de Colores transgredían con gracia las normas heterosexuales de género . Uno tras otro, ondeaban sus vestidos y golpeaban fuertemente con sus tacones al ritmo de la música tradicional. Cerca de 200 personas LGBT+ habían llegado a la Plaza Cívica Sara García después de caminar por la Calzada Ermita y el Eje 3 Oriente. El rojo, naranja, amarillo, verde, azul y morado de una enorme bandera arcoíris servían de fondo para el escenario preparado con motivo de la celebración de la primera Marcha de la Diversidad en Iztapalapa. La gente sonreía y aplaudía. Estaban próximas las elecciones y había esperanza.
¿Qué habría pensado la abuelita de México, Doña Sara García? Aquella mujer de carácter fuerte a quien los datos del Obituario LGBTTTI Mexicano de Archivos y Memorias Diversas le adjudican un largo romance secreto con otra mujer. No es coincidencia que varias generaciones después, esta plaza cívica, que lleva su nombre, sea la sede de una celebración por la diversidad sexual y de género.
Después de algunas presentaciones, Dione Anguiano, la candidata a la jefatura delegacional por la coalición del PRD-PT-Panal –de colores amarillo, rojo y verde–, subió al estrado. En el escenario ahora ondeaba una manta con el nombre y logotipo del Movimiento de Diversidad Progresista (MDP). Ellos habían organizado la marcha junto con personas del Comité Orgullo Iztapalapa (COI).
Los integrantes del MDP le entregaron a la candidata un pliego petitorio que contenía demandas como la creación de un Centro de la Diversidad y la incorporación a los programas sociales de la delegación, recuerda más de cinco años después Rodrigo Arce, colaborador en ese momento del MDP. Posteriormente, la candidata fue coronada como Reina de la Diversidad en Iztapalapa. En su discurso, se comprometió a cubrir los puntos demandados en caso de ganar las elecciones de aquel 7 de junio de 2015.
La coronación, que no había sido programada como parte del show, tomó por sorpresa a los miembros del COI. Ellos alegaban no haber sido consultados de tan importante cierre. El principal propósito de la marcha era comenzar a hacer visibles a las personas LGBT+ en esa zona del oriente de la Ciudad de México.
“Queríamos tener una marcha de todos para todos, sin involucrar políticos”, cuenta Marco Cruz, fundador del COI. Este hecho fue el parteaguas para que en los siguientes tres años la marcha se dividiera en dos. El bloque oficialista, el del MDP, que caminaría por las calles de Iztapalapa con el apoyo de la futura delegada, y el bloque disidente, el del COI, que no estaba de acuerdo en vestir a la naciente marcha con el color de un partido político.
[Hay de reinas a reinas]
Eugenia León fue la primera cantante en ser coronada en una Marcha del Orgullo en la Ciudad de México, recuerda Alonso Hernández, coordinador del Seminario Histórico LGBTTTI Mexicano. Sin embargo, se cuestiona el sentido de ese nombramiento en una manifestación que debería ser de reivindicación política. Sobre todo cuando a la persona que se le asigna tal distinción, no es alguien que se identifique en ninguna de las siglas LGBT+.
A partir de 1999, al listado se han sumado nombres de cantantes y actrices mexicanas como Gloria Trevi, Rocío Banquells, Susana Zavaleta, Regina Orozco, Danna Paola, Lucía Mendez, Gabriela Spanic, Alejandra Guzmán, Ninel Conde y Galilea Montijo.
“Hoy queremos reconocer tu trayectoria, tu música y la pasión que muestras como artista. Eres una gran aliada a la comunidad LGBTTTIQ, por lo que queremos que seas nuestra Estrella Aliada”. Así se anunciaba a Thalía como la artista que daría el banderazo de salida en la transmisión de la Marcha Digital del Orgullo LGBTTTI+ de la Ciudad de México en 2020.
Roberto Cabral, actor, cabaretero y drag queen, añade que el reinado se le da a artistas que han ayudado al reconocimiento de la comunidad LGBT+. Para él, cantantes como Eugenia León, Regina Orozco y Astrid Hadad han salido a manifestar su apoyo abiertamente en favor de estas luchas sociales. No obstante, hay otras personalidades, como Lucía Méndez, cuyo “apoyo” se reduce a visibilizar a sus maquillistas, peinadores o vestuaristas.
El propio Cabral señala artistas cuya trayectoria no ha sido reconocida, como la actriz trans Alejandra Bogue. Ella ha luchado a través de su vida por la visibilidad de las personas LGBT+. Roberto recuerda que alguna vez hubo como cuatro reinas porque la marcha se había dividido.
“Está bien, hay reinado para todas. Está padre ese reconocimiento a alguien externo de la comunidad pero es un reconocimiento que se ha prostituido mucho”.
[Cambiando Reforma por Iztapalapa]
Las marchas por la diversidad sexual surgen como respuesta a la represión que sufrieron homosexuales, lesbianas, personas trans y cualquiera que se alejara de la normatividad heterosexual a finales de los 60. En particular, la primera marcha se originó a raíz de las protestas por las redadas policiacas en el mítico bar Stonewall Inn en Nueva York en 1969.
En México se ubican los inicios de contingentes abiertamente LGBT+ en marchas públicas en 1978; el 26 de julio en una manifestación que recordaba el inicio de la Revolución Cubana y en la décima marcha del 2 de octubre. El periódico La Prensa destacaría de aquellas primeras salidas del clóset político: “es de hacerse notar que entre los grupos que también se manifestaron contra la represión y que por su intrínseca naturaleza provocó hilaridad, fue la del frente recién formado de homosexuales y lesbianas revolucionarias”.
Al año siguiente, en 1979, con consignas como “¡No hay libertad política si no hay libertad sexual!”, “¡Alto a la represión!” y “¡Por la erradicación de las razzias!”, unas mil personas salieron a las calles en la primera gran Marcha del Orgullo Homosexual en la Ciudad de México. Participaron, entre otros, el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR), el Grupo Lambda de Liberación Homosexual y el colectivo lésbico feminista OIKABETH. La policía desvió la marcha hacia la calle Lerma para evitar su tránsito por el céntrico Paseo de la Reforma.
“Muchas mujeres en las primeras marchas preferían no asistir. Las cuarenta o cincuenta que se atrevían portaban una máscara morada ante el temor de ser despedidas de su trabajo o echadas de su casa”, explica Yan María Yaoyólotl, activista lesbiana y fundadora de OIKABETH, en el documental Un amor en rebeldía.
En los ochenta, se dieron los primeros casos de VIH/SIDA en México, y se estigmatizó como una enfermedad de homosexuales. El cada vez más amplio y diverso Movimiento de Liberación Homosexual (MLH) orientó sus demandas a la atención y prevención de los enfermos por la pandemia. El MLH ya estaba en crisis por desacuerdos entre liderazgos y alianzas políticas: algunos vestirían el color rojo del desaparecido Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en apoyo a la candidatura de Rosario Ibarra.
“Se buscaba decir que el sida no era un problema de homosexuales, sino de la humanidad”, recuerda Alonso Hernández, especialista en historia del movimiento LGBTI+ en México.
El estigma del VIH/SIDA eclipsó las marchas de la diversidad sexual de la Ciudad de México hasta principios de los noventa. En este periodo, asistían en promedio 300 personas con pancartas y consignas contra la discriminación. Se hacía un recorrido a pie que iba de la Puerta de los Leones en Chapultepec al Hemiciclo a Juárez, ahí se daba un pronunciamiento político y se hacía una performance.
“Las marchas se organizaban y se financiaban entre todos”, rememora Alonso.
Con la inclusión del primer carro con música y bailarines, por parte del bar El Taller, la marcha en Reforma empezó a crecer. El orden establecido para el recorrido era el siguiente: primero colectivos y asociaciones LGBT+, después personas, luego carros alegóricos de antros gay y al final todos lo demás. En 1998 se le nombró Marcha del Orgullo LGBT para darle una mayor visibilidad e identidad colectiva. Para ese entonces ya era una fiesta que reivindicaba el cuerpo y la sexualidad. En 1999 la marcha hizo su primer y muy simbólico arribo al Zócalo de la Ciudad de México.
En el aniversario treinta de la marcha, el número de asistentes se estimaba en 150 mil. Las pugnas al interior del comité organizador también aumentaban. Se acusó a las activistas Lol-Kin Castañeda y Patria Jiménez de utilizarla como una plataforma política para sus candidaturas a una curul de la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal por el Partido Socialdemócrata (PSD) y Convergencia –colores rojo y naranja– respectivamente.
En el año 2012 –al igual que en 1982– la marcha se dividió en dos. Por un lado estaban quienes coqueteaban con el color de algún partido político, y por el otro los que consideraban que el movimiento homosexual debía ser autónomo.
Desde entonces, Alonso Hernández hizo patente que la marcha estaba secuestrada por intereses políticos, económicos y empresariales que opacaban la reivindicación histórica y política de la lucha LGBT+. Para 2014, Hernández comenzó las acciones que él llama “kamikazes” y que “afean la foto”, como colocarse hasta delante de la marcha con una gran manta que denuncia el uso político de la misma (casi siempre aludiendo al jefe o jefa de gobierno en turno).
En 2015 tuvo lugar la primera Marcha del Orgullo en la demarcación más poblada del país. Según Marco Cruz, organizador de la marcha disidente, a diferencia de Reforma, en Iztapalapa no está socialmente normalizado ver a dos personas del mismo sexo tomadas de la mano. Y añade que siempre ha sido una alcaldía muy orgullosa de sus tradiciones religiosas, como la representación de La Pasión de Cristo que atrae a millones de visitantes.
“Iztapalapa es la alcaldía con más habitantes de la ciudad y, en consecuencia, con más población LGBT+. Por eso quisimos visibilizar la parte gay de la zona del oriente, decir que también existimos”, cuenta Marco.
[No, mi ciela]
El video se titula “Apocalipta y mucha Cuerpa en el monte”. Es una de las muchas transmisiones en vivo que se realizan desde la página de Facebook “No Mi Ciela”. Este espacio se define como “una página de entretenimiento, bufe, memes y más, de la comunidad LGBTTTIQ de Iztapalapa para el mundo”. En la pantalla se ve a quienes se hacen llamar La mucha Cuerpa y Apocalipta tomando un descanso en una zona con mucha vegetación, mientras conversan con sus seguidores:
–Saluda a las cielas
–Hola, mis cielas, ¿cómo estan? Yo ya no aguanto más. Estamos en modo Jenny Rivera, mariposa de barrio, mariposa traicionera como la Maná.
–Hola, cielas, ya bien “bofeadas”, dice Alex Sandoval (ríen las dos).
–Son 3 kilómetros y apenas llevamos como 1 kilómetro, me faltan 2. Ya bajé como 2 kilos.
–¿Cómo están? Estamos desde la Santuaria de la mariposa monarca.
–Ahorita voy a dejar que se me paren todas las mariposas.
–Hay buenos extranjeros, mis cielas.
Dice Marisel Carranza:
–No las vayan a confundir mujeres, van a pensar que todavía no han evolucionado.
–¡Y siguen de gusanas!
–Bueno cielas, ahorita les seguimos transmitiendo.
–Pero graba aquí, ¡mira las mariposas!
Terminan la transmisión. Uno de los personajes –La mucha Cuerpa– es Marco Cruz, quien se ha apropiado de las injurias que sufría de adolescente para subvertir el insulto. En sus videos, Marco ocupa un lenguaje que llama de “bufe” o sátira, que no deja de tener respuestas y lecturas polémicas.
Marco recuerda su salida del clóset. Fue en un viaje a Acapulco a los 16 años. Sus padres lo “descubrieron” y tuvo que aceptarlo, a pesar de que él había planeado ese momento para muchos años después, cuando tuviera un trabajo (por si lo rechazaban, que pudiera valerse por sí mismo).
La predicción se cumplió: no tuvo la aceptación inmediata de su familia, le limitaron las salidas, hasta que sus padres se dieron cuenta que ser gay no implicaba ser una mala persona. Ahora hasta escuchan sus transmisiones en internet. Marco sonríe al asegurar que tiene ya una aceptación total por parte de su familia. Y cuenta:
“Sí tuve discriminación. Recuerdo que en la adolescencia mis vecinos me gritaban: ¡Puto!, ¡Maricón!, sobre todo cuando se juntaban en bola, se armaban de valor. Cuando estaban solos no me decían nada, pero con el tiempo ya me hablan y hasta conviven con mis amigos”.
Marco asistió a su primera marcha del Orgullo en el 2006, haciendo el recorrido completo desde El Ángel hasta el Zócalo.
“Me quedé a ver el espectáculo. Después quisimos ir a Zona Rosa, pero como éramos adolescentes y no trabajábamos, no pudimos costear las entradas a los antros, que por la fecha subían de precio”.
En 2015, Marco fue administrador de una página llamada “Iztapalapa Gay” para fomentar un espacio de encuentro y representación de la comunidad gay en su localidad.
Hacían reuniones y de ahí surgió la idea de hacer una marcha en la zona.
[Iztapalapa: orgullo en las calles desde 2015]
En Iztapalapa vive un millón 835 mil 486 habitantes, según cifras del último censo. Uno de cada cinco capitalinos reside ahí. En la Cartografía de la Discriminación, elaborada en 2020 por COPRED, Iztapalapa ocupa el cuarto lugar en prevalencia de pobreza y el segundo en discriminación que se ejerce sobre todo en la calle y en el trabajo.
A pesar de que en 2015 la Ciudad de México se declaró como ciudad amigable con la población LGBT+, esta alcaldía, que recupera el nombre de la ciudad prehispánica Iztapalapan, hoy alcanza el mayor porcentaje (95.8%) de personas discriminadas de acuerdo a su orientación sexual. En general los grupos que los capitalinos consideran que sufren más discriminación en la Ciudad de México son, en orden descendente, la población indígena, gay y pobre.
La primera Marcha del Orgullo en Iztapalapa se realizó el sábado 16 de mayo de 2015, ese mismo día el gobierno de la CDMX decretaba el 17 de mayo como el Día contra la Homofobia en concordancia con la conmemoración internacional. Esta fecha es efeméride de la decisión de la Organización Mundial de la Salud de retirar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Después del 28 de junio –Día del Orgullo Gay–, el 17 de mayo es un día simbólico para salir a las calles.
“Pedimos ayuda a algunos antros, pero sí me decepcioné un poco porque muchas personas no nos hicieron caso. No concordaban con la idea de que hubiera otra marcha. Ellos decían: ‘es que ya hay una marcha en Reforma y esa es la única que se queda’”.
Marco recuerda que esa primera marcha la organizaron junto con los chicos del Movimiento de Diversidad Progresista (MDP). Eran como 200 personas las que caminaron por un carril de la Calzada Ermita Iztapalapa, desde el metro Atlalilco hacia la Plaza Sara García. El azul, rosa y blanco, los colores de la bandera trans, encabezaban la marcha, seguidos de las banderas arcoíris, globos y pancartas con leyendas como: “Derechos Iguales”, “En Iztapalapa no hay diferencias”, “Gays Presentes” y “Somos MDP”. Mujeres trans, lesbianas, homosexuales, travestis y drag queens marchaban orgullosos por dos de las principales avenidas de Iztapalapa.
El antro icónico de Iztapalapa, el Cactus Bar, los apoyó. El Cosmos mandó una camioneta con agua. El Spartacus –el antro más famoso de Ciudad Neza– participó con dos de sus gogo dancer. En grandes lonas venían impresos el logo del MDP y los cinco puntos del pliego petitorio que los integrantes de ese movimiento entregarían a la futura alcaldesa. Marco narra que una vez en el gobierno, ella sí volteó a ver a la comunidad LGBT+, pero era un apoyo condicionado por el voto.
Rodrigo Arce, excolaborador del MDP, aclara que las acciones que llevó a cabo la entonces delegada (como la creación del Centro de Atención Integral para la No Discriminación CAID y programa de apoyo económico) se quedaron en el olvido con esta nueva administración, ahora en color guinda morenista. Reconoce que en su momento tampoco se les dio certeza jurídica para que tuvieran que ser retomadas. Para él, no está peleado que una persona que legisla participe en una marcha de este tipo.
“Necesitábamos una alianza política que participara en la marcha para que no se viera golpeteada por la sociedad. Además de que sumas a esa persona y la comprometes a que tenga acciones a favor de la población que tú estás visibilizando”, resume Rodrigo.
A final de cuentas, esta primera marcha cumplió con las expectativas de todos sus protagonistas. Además de que fue el motivante para que personas de otras alcaldías comenzaran a organizarse.
“Debe haber más marchas, en cada alcaldía y municipio, porque no toda la gente está en Reforma. Tuvimos muy buena aceptación. Nos apoyaban tocando el claxon de sus carros. Eso nos motivó a seguir con la marcha”, recuerda Marco Cruz.
[La marcha disidente de la disidencia]
En 2016, el paradero del metro Iztapalapa fue proclamado como “Espacio LGBTTTI” por parte de los miembros del Comité Orgullo Iztapalapa (COI). Durante tres años, esta zona de microbuses sirvió como escenario para el mitin y el espectáculo de cierre de la marcha disidente de Iztapalapa.
Marco Belmont, integrante del COI, recuerda cómo llegaban más policías para rodearlos a él y a su compañero Daniel Ramírez. Esto ante su demanda para poder utilizar el auditorio que ya habían apartado para la presentación de los artistas. La única respuesta que obtuvieron fue un “No se puede”. La marcha, un contingente de unas treinta personas, más los artistas, ya venía en camino desde el metro Constitución de 1917.
“No sabíamos realmente qué iba a pasar. La delegada nos cerró todas las puertas posibles. Al momento que todos esos policías te rodean y no te dejan ni asomarte, sientes tanta impotencia. Piensas ‘no estoy robando, no estoy cometiendo un delito, yo solamente quería poner una bocina para que bailaran dos o tres personas, para que una drag queen hiciera un show, para que un cantante nos interpretara dos canciones. No entiendo por qué tantos policías’”.
A ras de suelo, con sólo una bocina, un micrófono y una lona, se improvisó el escenario en el rincón del paradero de microbuses donde se les permitió hacer el espectáculo. Allí también se estacionó la camioneta de AHF (Fundación para los cuidados sanitaros del Sida, por sus siglas en inglés) que los acompañó para realizar pruebas de VIH gratuitas.
Los artistas –la mayoría iztapalapenses– actuaron de manera voluntaria, sin cobrar un peso.
La conducción del espectáculo en las dos marchas de Iztapalapa en ese año –la oficialista y la disidente, que ocurrieron con una semana de separación– estuvo a cargo del actor Roberto Cabral, en su rol de drag queen: Roberta.
“Ningún grupo estaba muy organizado. Pero en esta marcha –la disidente– veías algo diferente, el tipo de personas, el discurso. Están luchando contra ese sistema. Yo inmediatamente me siento empático con alguien a quien le están metiendo el pie”, recuerda Cabral y añade que en la marcha oficialista –a pesar de que les había avisado que no se prestaba para ningún evento en respaldo de algún político– por el sonido se escuchaban frases de agradecimiento en apoyo a la delegación. Incluso, una candidata a algún cargo subió al escenario. Roberto –en su papel de Roberta– se bajó, no sin antes decir que no los veía a todos representados.
“Pongo mi distanciamiento con la clase política porque son muy ojetes. Nos ocupan, igual que el comité de la marcha de Reforma; sólo cuando ya se acerca, y para llenar huecos, te llaman. Como parte de la comunidad LGBT+, me siento muy desplazado. Los activistas realmente no voltean a ver a la comunidad, solo nos ocupan y ya cuando tienen puestos políticos se les olvida”.
En 2019, la Alcaldía de Iztapalapa cambió de color –del amarillo perredista al guinda morenista– y los casi 500 asistentes a la marcha del COI llegaron por primera vez a la Macroplaza central.
[¿De qué color es la Marcha del Orgullo?]
Rojo, naranja, amarillo, verde, azul y morado. En medio de la pantalla se ve un moño con los colores de la bandera arcoíris. El escenario –lo que parece ser la sala de una casa– está adornado por unas cortinas de organza, un tela brillosa y semitransparente, en color blanco y dorado. Un gran arreglo de flores artificiales completa la decoración.
La pandemia por coronavirus ha detenido las reuniones masivas en el espacio público. Cristo Vampiro, que ha conducido las últimas manifestaciones en Iztapalapa, da el banderazo de salida para la primera Marcha virtual del Orgullo. Una transmisión que celebró a la diversidad durante casi cuatro horas y en la que participaron cantantes y drag queens.
Rodrigo Arce terminó separándose del MDP. Al final, quedó en medio del conflicto y prefirió seguir su rumbo en un nuevo movimiento por la diversidad llamado Círculo Diverso. Opina que ser un activista, implica “saber separar tu trabajo de tu color partidista, para poder apoyar a la población LGBT+”. David Santiago, su excompañero del MDP, contendió ahora por la alcaldía de Iztapalapa vistiendo el color naranja del partido Movimiento Ciudadano, pero perdió frente a la candidata morenista, Clara Brugada, que logró reelegirse.
Ya en medio de la pandemia, la propia Brugrada firmó una Declaratoria de Alcaldía Amigable con la Población LGBTTTI, donde expuso su programa social para la diversidad. Allí estuvo Daniel Ramírez, exmiembro del COI y ahora representante del Área de Diversidad en la alcaldía morenista.
La pandemia también quedó atravesada por las elecciones de 2021, como en 2015 cuando se celebró la primera Marcha de la Diversidad de Iztapalapa en la Plaza Cívica Sara García. Marco Cruz seguirá organizando la salida de la marcha y solicitando los permisos a la alcaldía, independientemente del partido en el poder.
Espera que pase la pandemia para volver a las calles y planea abrir la convocatoria para que se sumen más voces.
“No estoy peleado con que los partidos políticos sean aliados LGBT+, pero que sirvan a la comunidad, no que se sirvan de ella. Así haya tres marchas en Iztapalapa, el chiste es visibilizar pero sin partidizar”.
*Este trabajo fue elaborado en el marco del Programa Prende (Prensa y democracia) durante la primavera del 2021 en el que esta beca se mudó a la virtualidad y abordó las narrativas queer. Cuenta con el apoyo de los proyectos de investigación #IberoFrenteAlCovid y “Narrativas, Periodismo y Regímenes discursivos de la Cultura”.
Edición: Mariana Anzorena Lozoya y Sergio Rodríguez-Blanco.